Mérida
¿Pandemia? Psicosis…

LA VISIÓN DE CARONTE
Por Miguel II Hernández Madero
El miedo bloquea la capacidad de razonar e incluso puede ir del extremo de paralizar, al de desatar violencia y agresividad sin sentido; el coronavirus ha llegado y con él la desinformación, que agranda el miedo y saca actitudes negativas, que quizá en otras circunstancias no se verían.
Y en esto vemos nuevamente el papel que juegan las redes sociales. Todos son proclives a compartir la información que ven en Facebook, sin verificarlas. Mucho de ese material viene de otro país, o son fruto de rumores y, en el peor de casos, son hechos por algún bromista que piensa que es un juego y es la ocasión para divertirse.
Hay anuncios y cifras oficiales, pero como el material de las redes llegó antes, prefieren creer en teorías conspiracionistas, en vez de centrarse en la información, que bien puede ayudar a contener el problema y minimizar los efectos. Con esto no quiere decir que se va a borrar el peligro, pero sí que los daños pueden ser menores a los que se alcanzaría si se deja sin control o si se sigue la información falsa, los rumores y la “confiable nota compartida por el amigo, de la hermana, de la tía, de la prima de la vecina”.
¿Qué riesgo hay al seguir los rumores? Los efectos de la desinformación pueden ser terribles, pues por un lado pueden crear desconfianza y restar credibilidad, y por el otro generan una psicosis que puede llevar incluso a conductas agresivas de diverso tipo.
Es cierto, ya tenemos en Yucatán al coronavirus; se están realizando acciones para reducir el impacto de este brote, declarado como pandemia por la OMS, pero esto es por su presencia en diversos continentes. También es cierto que en otros países hay muertos y que avanza de manera geométrica, por ello es necesario tener precauciones y seguir las indicaciones del sector salud, en vez de salir y acaparar todo lo que consideren necesario (hasta ahora no entiendo por qué tanta compra de papel higiénico, no ha visto en ningún sitio que la enfermedad provoque diarrea, como si fuera alguna variedad de cólera).
Pero no sólo es el acaparamiento. También los comentarios en el sentido de dejar encerrados a los adultos mayores, de insultar a quien tosa o estornude, o de gritarle a la gente que no lleva cubre bocas porque “son irresponsables”.
Un caso curioso que me tocó ver ayer fue en la fila de establecimiento, donde un señor mayor estornudó, tapándose la boca con un paliacate, como me imagino ha hecho toda su vida. Era un señor humilde. Detrás de él una mujer joven le empezó a gritar, casi histérica, de que era un irresponsable, que deberían meterlo a la cárcel, que estaba contaminando y con esto varios insultos. El hombre tomó su compra y salió sin decir nada. Yo quise intervenir, pero estaba a unos metros de distancia y vi que varias personas asentían con la cabeza aprobando la actitud de la dama.
La mujer comentaba que iba a aprovechar estos días para irse al puerto. Lo decía como si nada hubiese pasado, como si nada hubiese dicho. Estaba satisfecha de su actuar. En un momento dado se cruzaron nuestras miradas, creo que adivinó mi rechazo y sólo encogió los hombros y pareció decir “me vale”.
Queda la pregunta ¿quién es más irresponsable?, ¿el hombre mayor que salió a comprar lo que buenamente pudo y estornudó o la mujer joven que pese a saber que debía quedarse en casa, planeaba irse a la playa? Situaciones de este tipo las iremos viendo y podrán ser peores, conforme aumente el número de infectados, se siga haciendo caso de los rumores y, lo más grave, no se asuma la responsabilidad de hacer cada quien su parte en esta contingencia de salud pública.
No son vacaciones, es un periodo de prevención. Ojalá la psicosis no sea peor que la pandemia.
Hasta la próxima…
