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La cosecha de dinero, nunca se acaba
Se acaba la papa, se acaba el maíz
Se acaban los mangos, se acaban los tomates.
Se acaban las ciruelas, se acaban los melones.
Se acaba la sandía y se acaba el aguacate.
Y la cosecha de mujeres, nunca se acaba
Mike Laure, La cosecha de mujeres
Fue una borrachera de votos. Ovidio Peralta, Verónica Camino, Huacho Díaz Mena y demás fauna que los acompaña, les sirve o los adula, están embriagados por el acarreo masivo y los resultados que obtuvieron sus incondicionales “nuevos consejeros” en los cinco distritos electorales federales yucatecos. Están –como toda persona ebria— mareados de poder, ensoberbecidos e infatuados por sus “contundentes resultados” y el avasallamiento de cualquier candidato que representara la posibilidad de una voz digna, decente, morenista de base, entre ese rebaño de indignos que sin ética ni principios venden su fidelidad al mejor postor o son la ejemplificación viva de la ambición desmedida, como por ejemplo la que representa Jessica Saidén, o el “izquierdista” Esaú Velázquez Sosa, que ni siquiera es capaz de afiliar al IMSS a sus trabajadores.
Pero como toda borrachera, la cruda llegará en algún momento. Y ese momento puede ser más cercano de lo que su despilfarro faraónico les compró… momentáneamente.
Si bien todos(as) los candidatos de los distritos 1,2 y 5 tuvieron que utilizar diversos tipos de transporte para trasladar a sus simpatizantes (uno de los absurdos de las “Asambleas distritales” fue poner 2 casillas por distrito, aunque en el caso de la capital, Mérida, una sola por cada uno de los distritos 3 y 4); así que todos sin excepción tuvieron que utilizar transporte para acercar a sus posibles votantes.
Pero habría que diferenciar claramente entre las personas que se cooperaron o pusieron de su bolsillo para alquilar una combi o un autobús, frente a los que no sólo no desembolsaron un peso, sino que con recursos ilimitados (dicen las malas lenguas que provenientes de la delegación del Bienestar, del “cash” que quedó del bodrio ese de “Que siga la democracia” o directamente del grupo Tabasco) pagaron y dispusieron recursos para que sus operadores se pusieran a controlar el flujo de los transportados tanto al bajar como al subir del transporte asignado.
En algunos casos fue tan absurdo –y cómico— que estando en Progreso un operador nos preguntó a mí –y con los que conmigo estaban— si no habíamos visto a unas señoras de Dzununcán.
El pobre hombre desesperado arrugaba sus listas de acarreadas, perdón, de nuevas militantes morenistas, pues por más que gritaba no encontraba a ese grupo de señoras. Y me atreví a preguntar a mis interlocutores si Dzununcán no es esa comisaría del sur de Mérida.
De inmediato nos preguntamos qué tenían que andar votando habitantes del sur de la capital, en el puerto de Progreso.
Después de ese jocoso suceso, para guarecernos un tanto del sol y salir de ese mar de gente que a pleno rayo de sol aguardaba estoicamente su turno para poder entrar al gimnasio que la hizo de centro de votación caminamos hasta el embarcadero del Corchito.
Ahí pudimos constatar que mientras de nueva cuenta se les pasaba lista, los recién salidos votantes tenían que devolver también el papelito que contenía los nombres que tenían que escribir en la papeleta electoral, era la señal esperada para recibir los billetes: de a $100, $200 y hasta de $500.
Y fue así, porque aún dentro de los(as) nuevos morenistas, también hubo diferencias, pues a algunos les dieron $300 por sus “servicios” (la tremenda asoleada fie de cortesía), todo en aras de aportar a la nueva democracia al estilo PRIMOR, a otros $500 y a los que consiguieron llevar a otros familiares o amigos les tocó de a $700.
En Progreso también hubo una serie de “afortunadas” que además les dieron bolsas llenas con pescado fresco, que les daban desde camionetas blancas sin logotipos ni placas ubicadas en las esquinas de las calles 37 con 46 y 39 con 46, a escasas dos o tres cuadras del centro de votación: la unidad deportiva “Víctor Cercera Pacheco”.
Lástima que para ese momento mi teléfono se encontraba en estado de catalepsia por falta de energía en la batería. Y confieso que por ese pescado hasta daban ganas de afiliarse a Morena, pero por la asoleada daban ganas de mandar todo al carajo.
Pero no todo fue reparto de billetes, pues hubo también casos de engaño (mentiras), como los que pude comprobar unas tres horas antes por medio de entrevistas realizadas en Umán, a una serie de mujeres provenientes de Halachó y Maxcanú. Vinieron en un autobús rojo y otro color crema, uno para cada municipio.
El chofer del camión crema me dejó subir rapidito a su unidad solo para contar los asientos: 44 plazas, “todas ocupadas”, dijo.
La gente de esos autobuses, la mayoría mujeres, aunque también varones que no quisieron hablar, todos cargados con un elemento común: su agradecimiento y cariño a López Obrador y sus programas sociales de apoyo (aunque muchos morenistas me fustigan porque hablo de clientelismo político).
A estas 88 gentes no fue necesario pagarles, sólo mentirles. En efecto, se les dijo que venían a Umán a votar por AMLO, y ellas y ellos agradecidas y gustosos viajaron para votar. Les dijeron que los votos eran para el presidente, para Morena, “el partido del presidente Andrés Manuel”, les enfatizaron… pero sólo había un requisito: debían de escribir ciertos nombres en las papeletas que les iban a dar, una lila y otra guinda.
Y claro que lo hicieron, pues el cariño, agradecimiento y admiración que le tienen al presidente tabasqueño, gracias a esos “apoyos” sociales, es genuino. Durante la entrevista, las doñitas se arrebataban la palabra para deshacerse en elogios hacia el de Macuspana.
Sólo que aquí los traficantes de influencias y acarreadores les mintieron. No se votaba ni por López Obrador ni por Morena, sino por Jazmín Villanueva y Everth Dzib Peraza.
Me acordé de inmediato de la triada morenista que nadie cumple, y que por enésima vez acababa de comprobar hacia cosa de 40 minutos con el actuar de la regidora morenista umanense Francia Paloma Montero Quintal: No mentir, no robar, no traicionar. Paloma también andaba muy activa pasando lista y entregando papelitos con el nombre de Waldina Sauri Maradiaga. Francia Paloma andaba lo mismo subida en camiones que llegaban, como sobre las calles cercanas al parque de Santiago.
Pero regreso a lo inicial: la cruda que tendrán estos dipsómanos insaciables de poder cuando la estructura priista les cobre el favor. Bueno, en el caso de Umán, la paga fue por adelantado: le dieron al cacique Enrique Castillo un puesto en el Infonavit y su carné de militante morenista, ratificando el abordaje corsario del priismo yucateco al partido del “cambio verdadero”.
Pero lo interesante será cuando venga la rebatinga por las posiciones y espacios por las candidaturas para el 2024, ahí veremos si el amasiato era cierto o sólo fue una efímera borrachera de votos. Como sea, la cruda va a estar cabrona, aunque nada que no remedie la cosecha de dinero, que nunca se acaba.
Alfonso Pliego Santos Umán y Progreso, Yucatán, 31 de julio de 2022