Mérida
Los gritos callados de una realidad incómoda…
LA VISIÓN DE CARONTE
Por Miguel II Hernández Madero
El 8 de marzo fue el Día Internacional de la Mujer y en Yucatán, como en muchas partes de México, fue tema de discursos, buenos deseos, abrazos y felicitaciones, no tan extendido como en años anteriores, pero sí efusivo y efímero, pues después del momento nadie más se acordará del tema.
Y mientras políticos aprovecharon la efeméride, en gran parte del país las mujeres salieron a la calle a protestar e incluso se atrevieron a derribar una parte del “muro de la paz”, instalada frente a Palacio Nacional.
No perdamos de vista que en un mundo donde se habla de equidad de género, publicitando grandes conquistas de espacios por las mujeres, hay realidades que carcomen las entrañas mismas de la sociedad.
La mujer lo mismo es empresaria que obrera, es estudiante, profesionista y ama de casa, no importa cuál sea su trinchera frente a la vida, pero llega un momento cuando la mayoría de ellas estarán dispuestas a pasar hambre y enfrentarse al destino, sacrificándose por los suyos, desde las sombras, en silencio, pero con una voluntad de hierro.
En Yucatán por ejemplo cada vez son más los hogares sostenidos por mujeres, no únicamente como madres solas, sino que también se da el caso de mujeres solteras que se hacen cargo de sus padres o hermanos menores, limitando en gran medida sus propias posibilidades de crecimiento personal. En el desarrollo de las mujeres radica el futuro de las sociedades, como bien señaló en su momento Mahatma Gandhi “quien educa a un hombre educa a un individuo, quien educa a una mujer educa a un pueblo”.
Pese a ello, las mujeres a lo largo de la historia han sufrido violencia de todo tipo. Han sido discriminadas, vejadas, anuladas emocional y psicológicamente, vistas como ajenas a la sociedad que ellas mismas han formado a través de sus hijos. Ser mujer, en muchas sociedades sigue siendo un estigma.
La violencia es una realidad cotidiana para muchas mujeres de todo tipo de origen, condición y edad. Lamentarnos por ello muestra la calidad humana de toda persona, pero hacer algo para frenar esto, muestra la grandeza humana de los individuos de una sociedad. No es algo que se deba someter a debate. No es un tema…, es una penosa situación que debe ser atendida de inmediato. Existen las leyes, las mujeres tienen derechos como ciudadanas, como seres humanos y nadie debe permitir que se les nieguen. Pensemos que la violencia contra una mujer agrede a todas y demerita a la sociedad que lo permite o lo normaliza.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la violencia contra la mujer es un problema de salud pública y como tal debe ser erradicado, porque en ello se juega la solidez de la sociedad, sin embargo, lo peor de todo es la aceptación de la víctima, pues esto implica la pérdida de su propia identidad como persona y condena a repetir el ciclo con las siguientes generaciones.
El costo social y económico de esto es inmenso. Repercute en toda la sociedad, pues las mujeres pueden quedar aisladas, alejadas de la vida productiva y con dificultades para cuidar y educar a sus hijos y a sí mismas.
Es necesario actuar para erradicar este problema, pues todos seguiremos siendo atacados mientras haya una sola mujer sufriendo las agresiones que la llevan a mirar desesperadamente en derredor, esperando el milagro de que alguien escuche sus gritos en el silencio.
Hasta la próxima…