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“Venturita” lleva a Umán de ciudad de las industrias a ciudad de las maravillas
Me encantaría escuchar cómo va a justificar Gaspar el hecho que su contralora, que cobra de nuestros impuestos su quincena completa, sólo le dedica un ratito, por las tardes, a su trabajo en el ayuntamiento de Umán porque durante el día trabaja de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. en el ayuntamiento de Mérida. ¿Cómo atiende Obdulia Solís las denuncias de los ciudadanos umanenses, si de 8 de la mañana a 5 de la tarde no está en palacio municipal de Umán?
Por Fernando A. Toledo y Rivadeneyra
Umán difícilmente será una ciudad inteligente, cómo sueña su actual alcalde. Muy lejos está de ser la ciudad de las industrias. Pero ciertamente sí es la ciudad de las maravillas. Y cuando utilizo el calificativo “maravilla” no me refiero a que sus habitantes tengan una calidad de vida y unos servicios públicos maravillosos. Para nada. Más bien uso el término en el mismo sentido en que el escritor Lewis Carroll lo utilizó para escribir sus oníricas obras “Alicia en el País de las Maravillas” y “Alicia detrás del espejo”.
Durante el gobierno de Freddy creímos haberlo visto todo: un alcalde cínico y descarado al que le importa muy poco ser discreto en cuanto a la ostentación de una riqueza inexplicable; a su madre paseándose por el palacio y pidiendo, cual Reina Roja, la cabeza de todo aquel trabajador que no la mirara como a ella le gusta o que no cumpliera sus caprichos. Todo esto, mientras el municipio se hundía en el abandono y en la oscuridad.
Y sí, cuando creíamos que nada podía superar al veleidoso y caprichoso Freddy, llega “Venturita” y, en menos de tres meses, nos demuestra que en Umán todavía hay cabida para que sus gobernantes nos sorprendan aún más.
Gaspar supera, con creces, el cinismo, la corrupción, los caprichos y las poses de diva de su antecesor. Repito, todo eso en menos de tres meses. A pesar que Gaspar juró y perjuró que una de las primeras acciones de su gobierno sería el combate a la corrupción hasta ahora no sólo ha demostrado que no quiere hacerlo, sino que, además, la fomenta.
El recién destape del dobleteo laboral de su flamante contralora, Obdulia Solís Gómez, es la gota que derramó el vaso. Aunque con Freddy y “Venturita” los vasos son enormes y sin fondo, para que nunca haya esa gota que derrame su contenido.
Me encantaría escuchar cómo va a justificar Gaspar el hecho que su contralora, que cobra de nuestros impuestos su quincena completa, sólo le dedica un ratito, por las tardes, a su trabajo en el ayuntamiento de Umán porque durante el día trabaja de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. en el ayuntamiento de Mérida. ¿Cómo atiende Obdulia Solís las denuncias de los ciudadanos umanenses, si de 8 de la mañana a 5 de la tarde no está en palacio municipal de Umán?
El colmo de los colmos es que quien se supone debe ser responsable de vigilar los malos manejos del erario sea un aviador. ¿Así es como “Venturita” combate la corrupción? ¿Poniendo a su amiga Obdulia como contralora a sabiendas que, por tener ella otro compromiso laboral, está incapacitada para realizar esa encomienda?
Freddy degradó como institución a la presidencia municipal convirtiéndola en un objeto de burla e incredibilidad en lugar de ser un cargo de respeto. “Venturita” quiere ir más allá y la está transformando de meme a caricatura grotesca.
Con Gaspar palacio municipal está convertido en la fiesta del té del Sombrerero Loco: tenemos un tesorero acusado de corrupción que se está autoinvestigando; un director de protección civil que renuncia porque no le cumplieron sus caprichos; un director de comunicación “coyaseandose” en horas de trabajo y a la vista de todos; un cabildo que asegura que la anterior administración municipal fue corrupta hasta las manitas, pero sus regidores fingen demencia y no llevan el caso ante la fiscalía y, ahora, una contralora aviadora, entre otras cosas. ¿Qué más nos falta por ver? ¿Quizá caer en uno de los miles de baches y aparecer en un Umán alterno dónde el presidente municipal y los servidores públicos no sean corruptos? Puede ser, si Obdulia Solís trabaja en un ayuntamiento de 8 de la mañana a 5 de la tarde y en otro de 6 de la tarde a 2 de la madrugada, ya todo es creíble.
Es cuánto.