Mérida
EL NIDO DEL KAU: El espejo de Lord Farquaad
En menos de un año, Lord Farquaad enloqueció de poder y perdió aceleradamente su capital político.
Por: William Casanova
Acostumbrado a reflejar la realidad, el espejo muy pronto aprendió que su vida, en el castillo de Lord Farquaad, dependía de reflejar la hermosa sonrisa de comercial de pasta dental, la mirada pícara, las facciones que, desde la temprana juventud, hacían del Príncipe el favorito de las doncellas en la venta de besos en los bazares escolares.
Todo pasa. Nadie bebe la misma agua de un río. Con el paso del tiempo, el espejo tampoco escapó a las transformaciones de la revolución informática. Cuando el pequeño Farquaad incursionó en la vida pública, irremediablemente, el fiel espejo personal también dejó su vida privada y se transformó en red social, pero no cambió su estrategia: mostrar siempre lo que el Príncipe quería ver.
Su trabajo era sencillo, reflejar en las encuestas amañadas que Lord Farquaad era el más guapo no sólo del país, sino del continente y hasta del mundo. Que era el más honesto, que era el más trabajador, el que generaba más jornales para los peones. Su tarea era sencilla: todo lo basaba en el dinero: mientras el reino sufría necesidades básicas, el espejo derrochaba a manos llenas el oro, la plata y demás tributos que pagaba el reino en perfiles creados expresamente para adular la belleza del Príncipe, en magnificar anuncios huecos, en organizar festivales que ensalzaran el ego.
El Príncipe vivió engañado por su propio espejo. Terminó creyendo sus propias mentiras, las del mundo virtual, dominado por sus aduladores. La soberbia llegó a tal grado que quienes pensaran distinto, quienes señalaran los errores y propusieran cambio para evitar la crisis en el reino eran vistos como enemigos. La verdad dejó de llegar al monarca.
Y fue así como en menos de un año, Lord Farquaad enloqueció de poder y perdió aceleradamente su capital político. Lo invadió la incapacidad de ver la negligencia, la abierta incapacidad y los excesos de los integrantes de su corte, en especial de áreas tan importantes como la salud, la educación, la producción de alimentos y, en un primer plano, a la mejor aliada del espejito: su ministra de turismo.
Nunca en la historia política del reino “Muy Muy Lejano” un Príncipe había logrado en un año lo que el monarca de la bella sonrisa, el de los chistoretes consiguió en una vuelta al Sol: unificar a los enemigos en su contra. Pensaba que tenía el cuello de su principal rival político bajo sus botitas, pero ya cansado de tantas agresiones, el rival demostró que no era tan débil cuando le dijo: sigue así y el reino entero conocerá con lujo de detalle los más de 800 millones de pesos que te robaste como alcalde a través de facturas falsas.
Sus asesores en imagen nunca entendieron que la enseñanza de los nazis “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” funcionó en el pasado, pero ya no en este 2019. Hoy, basta con que algún comunicador que no acepte el chantaje y la venta de su silencio, para que el reino de mentiritas se desplome como cartas de naipes.
Emanado del mundo empresarial, cobijado no por un partido político sino por fuertes intereses económicos, proyecto de una de las familias libanesas con mayor influencia en el reino, Lord Farquaad nunca comprendió que no todo en esta vida es dinero. Que no todos venden su dignidad. Que su principal error fue creer en su espejito.
Fuente: laverdadnoticias.com